miércoles, 23 de junio de 2010

Un hombre, ciego de nacimiento, tiene en sus manos un globo y un cubo del mismo tamaño y se le ha enseñado o dicho cuál se llama globo y cuál cubo, de tal manera que los distinga fácilmente por medio del tacto o al sentirlos; luego se le quitan y se dejan sobre una mesa. Supongamos que se le restaurara la vista; ¿podría, por medio de ella, antes de tocarlos, saber cuál es el globo y cuál es el cubo? O, ¿podría saber por medio de la vista, antes de extender sus manos, si no podría tocarlos, aun cuando estuvieran alejados 20 o 100 pies de él?
Carta de William Molyneux a los editores Bibliothèque Universelle, 7 de julio de 1688.



Si partimos de la duda, del conflicto, de la mirada, hallamos que ésta lleva aprendida en sí algo genético, previo a lo visto. Quizá no sepa si frente a sí tiene un cubo o un globo pero pensemos que lo intuye sin atreverse a apostar. Las obras de artistas emergentes despiertan en la mirada del observador la búsqueda de referentes, de antecedentes. De “se parece a…” o “es clara la influencia de…” con el fin de acercarlas, pero su naturaleza permite su nacimiento puramente biológico o anatómico sin que exista la inquietud por desprenderse de referencias en pos de la originalidad y asumiéndolas con normalidad. Como actitud moral o estética así se sitúa en un nivel más fresco en ocasiones que la mirada-
Dotar a un evento del adjetivo “emergente”, lleva inevitablemente al que lee, mira o ve, a un plano de expectación, novedad y urgencia (SALIDA DE EMERGENCIA) que se desarrolla dentro de sí, antes de sí. Si salvamos el prejuicio - ¿inevitable?- por lo usado del término en los últimos proyectos, reconoceremos en cada una de las fotografías mostradas en la Feria y en este catálogo, un aroma nuevo pero quizá antes percibido, antes de que se nos restaurara la vista. Cada mirada es nueva y lo visto, en cierta forma, también.

Javier Rodríguez del Barrio

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